Esta isla esconde la mayor concentración de especies únicas de Australia y el 98% de turistas jamás la visita (a solo 30 minutos del continente)

Bruny Island es Tasmania en estado puro, un secreto bien guardado a solo 30 minutos en ferry de Hobart que desafía toda expectativa. Esta isla dividida en dos por un estrecho istmo alberga más especies endémicas por kilómetro cuadrado que casi cualquier otro rincón de Australia. Mientras las masas de turistas invaden Tasmania continental, menos del 2% explora este paraíso donde los wallabies albinos deambulan libremente entre bosques milenarios y acantilados de vértigo que se precipitan 272 metros sobre el océano más salvaje del planeta.

El cuello que conecta dos mundos

The Neck, ese istmo de arena que une North y South Bruny, ofrece una de las postales más impresionantes de Tasmania. Al ascender los 279 escalones hasta el Truganini Lookout, nombrado en honor a la última aborigen de linaje puro tasmaniano, el panorama te deja sin aliento: dos océanos colisionando junto a playas gemelas de arena blanca. Al anochecer, este mismo lugar se transforma en un teatro natural donde los pingüinos pequeños regresan del mar, ajenos a las miradas asombradas de los pocos visitantes que conocen este secreto.

Guardianes marítimos con más de 180 años de historia

Cape Bruny Lighthouse se alza majestuoso desde 1838, siendo el segundo faro más antiguo de Australia aún en pie. «Este faro ha visto más naufragios y rescates que cualquier otro en Tasmania», explica Mark, guía local cuya familia ha mantenido el faro durante generaciones. Las visitas guiadas permiten subir hasta la cúpula, donde el viento ruge con la misma furia que los legendarios «Roaring Forties» que azotaron a exploradores como Cook y Bligh cuando navegaron estas aguas.

La ruta gourmet más austral del mundo

Bruny Island es un festín para los sentidos. En Bruny Island Cheese Co, Nick Haddow elabora quesos artesanales que han conquistado paladares internacionales. «Elaboramos queso como hace siglos, con leche cruda y cultivos vivos», comenta mientras ofrece degustaciones de su premiado «Tom», un queso madurado en cerveza local. A pocos kilómetros, las ostras de Get Shucked se sirven directamente del océano a tu mesa, mientras Bruny Island Premium Wines cultiva las viñas más meridionales de Australia.

El crucero que desvela los secretos del mar austral

Los intrépidos que se aventuran en los cruceros ecológicos de tres horas experimentan Tasmania en estado puro. Estas embarcaciones navegan junto a formaciones rocosas colosales como «The Monument» y se adentran en cuevas marinas donde focas peladas descansan ajenas al mundo. Entre mayo y noviembre, las ballenas jorobadas convierten estas aguas en su salón de baile durante su migración anual, ofreciendo espectáculos que pocos tienen el privilegio de presenciar.

La reserva natural que esconde un tesoro alado

Inala Nature Tours, fundada por la ornitóloga Tonia Cochran, protege 1,500 acres donde habita el pardalote de cuarenta manchas, ave en peligro crítico de extinción. «Solo quedan menos de 2,000 ejemplares en el mundo», advierte Tonia mientras guía a pequeños grupos por senderos donde las 12 especies endémicas de aves tasmanias pueden avistarse en un solo día, hazaña imposible en cualquier otro rincón de Australia.

El faro que alumbra el fin del mundo

Para los amantes de experiencias extremas, Cloudy Bay en South Bruny ofrece playas salvajes donde el océano Antártico rompe con furia primigenia. Este rincón remoto, accesible solo con vehículos 4×4, esconde acantilados imponentes y bosques prehistóricos donde el tiempo parece haberse detenido. Aquí, los surfistas más audaces desafían olas gigantes bajo la mirada vigilante de águilas marinas que anidan en los precipicios cercanos.

La joya oculta del Pacífico Sur

Bruny Island representa la quintaesencia de Tasmania: salvaje, auténtica y sorprendentemente accesible. A pesar de estar a solo 30 minutos en ferry desde Hobart, su atmósfera remota transporta al viajero a una Tasmania ancestral, donde la naturaleza dicta sus propias reglas y el ser humano es apenas un visitante temporal en un ecosistema que ha evolucionado en aislamiento durante milenios.

«Bruny no es un destino, es una experiencia que transforma tu percepción del mundo natural», reflexiona James Russell, guardabosques de South Bruny National Park desde hace 30 años. «Los viajeros llegan buscando fotos; se marchan llevándose pedazos de alma salvaje».

Entre degustaciones de whiskys premiados, caminatas por senderos prehistóricos y atardeceres donde los wallabies albinos parecen fantasmas entre la bruma, Bruny Island espera silenciosamente a quienes buscan descubrir el último rincón verdaderamente salvaje de Australia.