Esta ruta ciclista conecta dos capitales nórdicas a través de 600 km de fiordos, bosques centenarios y pueblos suspendidos en el tiempo (un viaje que cambió mi forma de ver Escandinavia)

De Copenhague a Estocolmo en bici: Una travesía épica entre joyas escandinavas

La última aventura sostenible a través del corazón nórdico

El viento del Báltico acaricia mi rostro mientras pedaleo sobre el asfalto impecable que conecta dos de las capitales más fascinantes de Escandinavia. Una ruta de aproximadamente 600 kilómetros se despliega ante mí, prometiendo ocho días de pura inmersión entre fiordos relucientes, bosques de pinos centenarios y pueblos costeros que parecen suspendidos en el tiempo. Esta es la esencia del viaje entre Copenhague y Estocolmo: una odisea sobre dos ruedas que desafía lo convencional.

El desafío del Puente de Oresund: primer obstáculo

La aventura comienza con una sorpresa para muchos cicloturistas: el majestuoso Puente de Oresund, esa obra maestra de ingeniería que une Dinamarca con Suecia, no permite el cruce en bicicleta. Pero no hay frustración que valga cuando la solución es subir tu bici a un tren que atraviesa esta maravilla arquitectónica hasta Malmö, ofreciendo vistas panorámicas imposibles desde cualquier otro ángulo.

«El momento en que emerges del tren en Malmö marca el verdadero inicio del viaje. Es como si Suecia te diera la bienvenida con un susurro: ‘prepárate para lo extraordinario'», comparte Erik Lindgren, guía local de cicloturismo.

Malmö: donde la modernidad abraza la tradición

Las primeras pedaladas en suelo sueco me llevan a explorar Malmö, una ciudad donde rascacielos futuristas como el Turning Torso conviven con plazas medievales. Los carriles bici perfectamente señalizados me permiten deslizarme sin esfuerzo entre cafeterías acogadoras que sirven «kanelbullar» (rollos de canela) recién horneados, combustible ideal para continuar esta travesía nórdica.

Entre lagos y bosques: el corazón verde de Suecia

Alejándome de la costa, el paisaje se transforma en un mosaico de lagos cristalinos que reflejan el cielo escandinavo. El sistema de rutas ciclistas de Suecia, comparable con los mejores de los pueblos secretos del río Columbia, me guía entre pequeñas aldeas donde las casas rojas de madera parecen sacadas de un cuento nórdico.

Södertälje: el canal que une dos mundos

Al sexto día, el histórico canal de Södertälje aparece como una arteria vital que conecta el lago Mälaren con el Mar Báltico. Observo embarcaciones de todos tamaños navegar estas aguas mientras descubro que esta ruta comercial existe desde la época vikinga, testimonio silencioso de siglos de navegantes intrépidos que, como yo ahora, buscaban nuevos horizontes.

Gastronomía sobre ruedas

Una de las mayores sorpresas del viaje es descubrir mercados locales y food trucks a lo largo del camino. El «smörrebröd» danés da paso al «gravlax» sueco, creando un festín gastronómico comparable al que podrías encontrar en los 700 lagos de los Alpes, donde cada bocado cuenta historias de tradiciones locales.

«Nuestra gastronomía nórdica ha sobrevivido siglos porque honra la estacionalidad y la simplicidad. Es el combustible perfecto para ciclistas que buscan conectar con nuestra esencia», explica Astrid Johansson, chef especializada en cocina escandinava.

El tesoro escondido: Palacio de Drottningholm

A tan solo 30 kilómetros de Estocolmo, emerge el majestuoso Palacio de Drottningholm, un sitio Patrimonio de la Humanidad que muchos turistas convencionales no alcanzan a visitar. Sus jardines barrocos ofrecen un santuario perfecto para estirar las piernas y absorber siglos de historia real sueca, tan fascinante como las casas subterráneas del Valle del Loira.

Estocolmo: el glorioso final

El último día, Estocolmo aparece en el horizonte como una promesa cumplida. La «Venecia del Norte» recibe al ciclista exhausto con sus islas interconectadas, sus museos de clase mundial y una red de carriles bici que permite explorar cada rincón de esta joya báltica. Desde Gamla Stan hasta Södermalm, cada pedalada es una recompensa por el esfuerzo de los días anteriores.

Como descubridor de destinos extraordinarios, puedo afirmar que esta ruta entre capitales nórdicas ofrece una perspectiva incomparable de Escandinavia, revelando una conexión íntima con paisajes y culturas que ningún viaje en avión o tren podría igualar. Cuando finalmente aparco mi bicicleta frente al Ayuntamiento de Estocolmo, sé que no solo he atravesado dos países, sino que he tejido mi propia saga nórdica, pedalada a pedalada.