Flotando en la pura oscuridad, el sonido del agua gotea sobre piedra caliza mientras nuestro pequeño bote avanza por un pasadizo subterráneo que ha permanecido casi intacto durante millones de años. No es un escenario de película de aventuras, sino la realidad diaria del Río Subterráneo de Puerto Princesa en Filipinas, una maravilla natural que desafía nuestra imaginación y nos conecta con el poder creativo de la naturaleza.
Un río que fluye bajo montañas
Localizado en la isla de Palawan, este fenómeno geológico extraordinario fue nombrado una de las Siete Maravillas Naturales del Mundo en 2011, y no es para menos. Sus 8.2 kilómetros navegables de agua cristalina atraviesan una serie de cavernas subterráneas antes de desembocar directamente en el Mar de China Meridional, creando el río subterráneo navegable más largo del mundo.
El tesoro oculto de un ecosistema completo
Lo que hace verdaderamente especial a este parque nacional es su ecosistema «montaña a mar» completo. Con más de 800 especies de plantas, 195 de aves, 30 de mamíferos y varias especies de reptiles amenazadas, el parque representa un bastión de biodiversidad en Filipinas. Los murciélagos que habitan las cuevas han creado durante milenios formaciones únicas de guano que son parte integral de este extraordinario ecosistema.
«Cada vez que guío visitantes por el río, descubro algo nuevo. Es como si la cueva estuviera viva, respirando, evolucionando constantemente», comparte Manuel Tagalog, guía local con 15 años de experiencia.
Navegando entre catedrales de piedra
Durante el recorrido en barcas tradicionales, los visitantes quedan maravillados ante formaciones de estalactitas y estalagmitas que cuelgan del techo y emergen del suelo como agujas apuntando al cielo. La «Catedral», la caverna más grande, alberga formaciones que asemejan a figuras religiosas, dando origen a leyendas locales sobre espíritus guardianes del río.
La leyenda de los guardianes de la cueva
Los nativos batak de Palawan cuentan que espíritus llamados «tagbanua» protegen el río subterráneo. Según la tradición, antes de entrar a la cueva, se debe pedir permiso en silencio para evitar perturbar a estos guardianes. Muchos guías locales aún mantienen esta práctica, susurrando oraciones antes de que los botes ingresen a la primera cámara.
Más allá del río: un mundo por descubrir
Aunque el río subterráneo es la atracción estrella, Palawan ofrece otras joyas como las playas de El Nido, similares a las playas vírgenes del Alentejo portugués. Los amantes de la aventura también pueden explorar islas desiertas o bucear entre pecios de la Segunda Guerra Mundial, recordándonos que en cada rincón del planeta existen tesoros escondidos como los pueblos fantasma de la fiebre del oro en Australia.
Un desafío de conservación
La popularidad del parque presenta tanto oportunidades como retos. Con más de 1,200 visitantes diarios en temporada alta, el equilibrio entre turismo y conservación es delicado. Los administradores del parque han implementado estrictos límites de visitantes y protocolos de limpieza para proteger este santuario natural, enfrentando un desafío similar al de El Estrecho de Bering: desafío polar entre Rusia y Alaska.
«Nuestro objetivo es asegurar que las futuras generaciones también puedan maravillarse con este tesoro. No podemos permitir que el turismo destruya lo que venimos a admirar», explica Dra. Lorna Macabangkit, conservacionista filipina.
Consejos para una visita inolvidable
La mejor época para visitar el río es durante la temporada seca (noviembre a mayo). Llegue temprano para evitar multitudes y reserve su permiso con antelación. Para los más aventureros, considere combinar la visita con un recorrido en kayak por los manglares cercanos o una caminata por la selva circundante, similar a la experiencia de la ruta ciclista entre capitales nórdicas.
Sumergirse en la oscuridad del Río Subterráneo de Puerto Princesa es adentrarse en un mundo primigenio donde el tiempo parece detenerse. Aquí, entre el eco de gotas de agua y el susurro de miles de murciélagos, uno no puede evitar sentirse minúsculo ante la grandeza de una naturaleza que ha estado esculpiendo su obra maestra durante millones de años, recordándonos que todavía existen lugares en nuestro planeta donde la magia es simplemente la realidad sin filtros.